Señales en la roca

Señales en la roca

Por qué hacer psicología para bruj@s y místic@s?

Por qué hacer psicología para bruj@s y místic@s?

Antes de comenzar con esta idea, estuve buscando en internet si existía algo parecido. Curiosamente sólo encontré algunos posts y eran relacionados con el arte y con algunas explicaciones sobre la relación entre la psicología con el feminismo (pues sí, a las mujeres constantemente nos han llamado brujas, entre otras cosas). Pero no he viso perfiles de psicólogos que hayan puesto sus servicios en función de la comunidad mística y esotérica.

Tal vez uno de los motivos para esto ha sido la dificultad tan grande de discriminar a nivel profesional donde termina el delirio, la alucinación y la fantasía, y donde comienza la "comunicación" con lo divino. En cierto sentido, es muy frecuente encontrar a psicólogos que se definen como religiosos o como católicos, y muy pocos que se definen como místicos... al menos abiertamente.

Mi intención, entonces, es compartir, desde mi vida enlazada a la psicología y al mundo místico; las experiencias que me han llevado hacia y desde el mundo de los Dioses y de los hombres. No pretendo convencer a nadie. La espiritualidad es, en última instancia, una parte que puede o no integrarse en la vida de cada persona. A los Dioses no les importa si crees en ellos. Yo simplemente he decidido creer.

5/02/2014

La mujer y las tres fases de la Diosa

Conocer el neopaganismo para mi fue amor a primera vista. Una religión que comprendiera, aceptara y divulgara los misterios femeninos, venerando a la mujer como la expresión última de una Diosa, no podía dejar de ser una propuesta, por lo menos, sumamente atractiva para alguien que considera a lo femenino y a lo masculino como dos aspectos complementarios y necesarios en su existencia paralela y entrelazada. De este modo, comencé a conocer y a vivir los misterios de una Diosa de tres caras: doncella, madre y anciana al mismo tiempo; expresada en los ciclos lunares, tan sentimental, cambiante y seductora como la propia Luna.

Sin embargo, al entrar en sintonía con mi propia naturaleza, comencé a descubrir en mí misma la triplicidad divina, y a diagnosticar algunas "patologías" en las mujeres que he conocido a lo largo de este tiempo, por la falta de armonía de estas tres fases. Pues cada aspecto de la Diosa en la mujer, no está necesariamente vinculado a una edad específica, mas sí a un conjunto de aprendizajes y demandas internas y externas, que nos colocan en la posición de aprender, crear y enseñar en dependencia del momento de nuestras vidas.

La fase de la doncella

Cerremos los ojos por un instante y viajemos en el tiempo. Vayamos al pasado, a cuando éramos niñas con cabellos largos y cintas en la cabeza, sorprendiéndonos y maravillarnos con todas las circunstancias de la vida. El mundo entero a nuestros pies para ser descubierto. Todos los días un aprendizaje. Todos los días una novedad.

Vayamos al tiempo de los primeros descubrimientos: el primer beso, el primer sonrojo, el primer vestido corto, la sorpresa de la primera mirada de nuestro pretendiente. Estos son los momentos que marcan nuestras vidas de forma permanente, porque una vez que ocurren, nunca más vuelve a ser una primera vez.

Esta es la vida de la doncella: la joven inexperta que se encanta y maravilla con cada cosa que descubre, y que encanta y maravilla al mismo tiempo a los que están a su lado. Por su inocencia, por su increíble capacidad de asombro, por su alegría infinita.

Les trois nymphes d'Aristide Maillol
Foto tirada por la autora

La fase de la madre

Ahora, en este mismo estado, con los ojos cerrados, coloquemos nuestras manos en nuestro vientre. Remontémonos al momento en que tuvimos conciencia de vida en nuestro interior, del momento en que supimos que no sólo estábamos vivas, sino que fuimos capaces de llevar otra vida dentro de nosotros. Recordemos el cúmulo de emociones que vinieron, a tropezones, en esos días: la responsabilidad por el nuevo ser, el amor infinito por alguien que todavía no conocíamos, la mezcla entre egoísmo total y desinterés pleno.

Ese instante en el que nos sentimos responsables por otra persona nos cambia para siempre. Las madres son la gran maravilla de la tierra, porque encierran en su vientre el misterio de la vida. Una vez que aprendemos a cuidar de un hijo, queremos cuidar a la humanidad. Somos capaces de generar vida y de construir ciudades, mundos, estrellas y universos enteros.

La fase da la anciana

Ahora viajemos al futuro. Viajemos al momento de nuestras vidas donde los cabellos blancos revelan el tiempo que hemos vivido, las experiencias ganadas, las victorias, los desafíos, los aprendizajes. Estamos en un momento de nuestras vidas donde somos capaces de enseñar. Donde nuestros hijos vienen porque buscan nuestros consejos. Nuestros nietos se maravillan de los relatos que oyen por primera vez y que nuestros hijos saben de memoria. Somos los ancianos de la tribu. Somos los sabios. Somos los maestros de las nuevas generaciones.

La anciana es la mujer que sabe quien es, porque ya experimentó en su vida todas las formas de reencontrarse y de redescubrirse. La anciana sabe lo que quiere y cómo hacer para que las cosas que quiere se cumplan. La anciana es la maga que tiene en el chasquido de sus dedos todo el conocimiento de los Dioses y las Diosas, y la que comanda multitudes en su sabiduría legendaria.

De esta forma, las mujeres inevitablemente pasamos a lo largo de nuestras vidas por cada etapa lunar. Sin embargo, cada momento de nuestra vida nos revela la triplicidad que subyace en nosotras. En cada una de las fases, somos al mismo tiempo doncellas, madres y ancianas. Cómo árboles que crecen dentro de árboles. Cada uno siendo una expresión del árbol original. La doncella que quiere enseñar todo lo aprendido es una anciana a su manera. La madre que está descubriendo y explorando nuevas sensaciones se comporta como la doncella. La anciana que es capaz de generar nuevas ideas y formas de ver la vida, es también una madre.

El problema viene cuando la vida nos demanda ser madres, y queremos ser ancianas, pensando que ya sabemos todo lo que la vida tenía para enseñar y no escuchamos el ritmo que nos dicta el momento en el que vivimos. O cuando estamos en la fase de la anciana y queremos aferrarnos a la belleza y la ingenuidad de las doncellas.

Saber y reconocer nuestra fase. Aceptarla y vivirla intensamente, sin importar nuestra edad biológica, sino el ciclo en que nos encontramos y las demandas de nuestra vida, es el principal aprendizaje. Así es como las mujeres vivimos los misterios de la Diosa. Así es como lo divino se manifiesta en nuestras vidas. Así es como aprendemos, creamos y enseñamos al mundo, pues somos mujeres, y lo eterno femenino se expresa no sólo en nuestro interior, sino en nuestros actos, en nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos, en la maravillosa sensación de ser únicas y estar al mismo tiempo unidas por la magia divina.

3/31/2014

Consejos para dar consejos

Una de las primeras cosas que nos enseñan cuando estudiamos psicología es: evita dar consejos. Cuando damos consejos, convertimos automáticamente el problema del otro en nuestro problema. Las personas que se nos acercan esperan encontrar la respuesta milagrosa, la "cura" para la situación - muchas veces complicada - que están viviendo y claro que no se conforman con que les digamos "no te preocupes, todo saldrá bien". Todo el mundo quiere la solución, y la quiere ahora!

Si existe un elemento que, sin dudas, relacionan al psicólogo con el místico y el religioso, es la frecuencia con que las personas se acercan a pedir ayuda. La diferencia está en que el psicólogo está preparado para ayudar a las personas a encontrar la solución a sus problemas y no darles las recetas de antemano. El místico, el religioso, por su parte, tiene de alguna manera la capacidad para identificar la esencia del problema de las personas que se acercan. Esta capacidad muchas veces viene por la intuición y otras muchas veces más viene directamente de la persona que, durante el proceso de construcción de confianza, da información más que suficiente de forma directa e indirecta. Escapar entonces de la tentación de demostrar todo lo que somos capaces de saber del otro requiere de más esfuerzo que el utilizado para obtener toda esta información. Aquí es donde el místico y el religioso deberían aplicar herramientas que son casi exclusivas del psicólogo.

Es por esta razón que, evitando caer en soluciones predefinidas, voy a intentar dar algunos consejos para hacer mas consciente y responsable el ejercicio de ayudar a las personas. Estos consejos se resumen en dos elementos: aprenda a escuchar y aprenda a callar. No menciono "aprenda a hablar", porque muchas veces lo que no podemos controlar es cuánto decimos. No creo que hablar sea un problema, ni para el psicólogo, ni para el místico, ni para el religioso.

1. Aprenda a escuchar

Parece simple porque, claro, en el proceso de obtener información debemos ser capaces de escuchar. No obstante, de todas las cosas que una persona dice, es importante identificar qué es lo que realmente la persona desea. Como le digo a mis alumnos: el problema que nos está narrando la persona que nos pide ayuda NUNCA es el problema real.

A veces pasamos tanto tiempo dentro de la situación que estamos viviendo, colocando tantos pensamientos y formas de ver las cosas, y justificaciones de por qué debemos continuar con el problema, que acabamos por desviarnos y darle importancia a otros asuntos que nos alejan de la situación en sí. Los padres que nos cuentan sobre los hijos hiperactivos pueden estar evitando hablar de sus problemas como pareja. La mujer que nos habla sobre cómo es tan exigente que no consigue comenzar ninguna nueva relación, en el fondo puede estar negando el miedo al fracaso y la frustración que acarrean las rupturas de las relaciones, o el miedo a la vulnerabilidad de la intimidad. Cada persona es un mundo, pero una cosa es cierta: nadie habla, en el primer momento, sobre lo que realmente está sucediendo en su vida, sino sobre su perspectiva sobre lo que está sucediendo en su vida.

A esto, hay que agregar las expectativas que las personas se hacen sobre el que los va a escuchar. Ya sea cuando estamos frente a la presencia de un psicólogo o un religioso, no interesa, las personas muchas veces piensan que no necesitan entrar en detalles de nada, porque de alguna forma el otro les va a "leer la mente". Es frecuente encontrarnos con personas que nos ponen a prueba nuestras habilidades para identificar el problema real. Pero los rodeos por lo que nos hacen pasar son una pérdida de tiempo para todos.

Escuchar nos permite identificar la esencia del problema. Escuche preguntándose internamente: esto es todo lo que está pasando? Qué puede estar faltando? El proceso de escucha tiene que ser activa. Utilícelo como un ejercicio diario no sólo como forma de obtener información, sino como un momento de análisis y reflexión. Discrimine aquello que es relevante de lo que no es, y asegúrese de que lo que determina la relevancia sea encontrar vías para ayudar a la persona, teniendo en cuenta que la ayuda muchas veces no es solucionar el problema en sí, sino ayudar a convivir con el problema. Cómo va a saber cómo actuar si no sabe qué es lo que la persona desea?

Consulting the oracle, Waterhouse, 1884

Sin contar con que el hablar es terapéutico en sí. No es con poca frecuencia que se va a encontrar con el hecho de que no necesita dar su opinión para que las personas se sientan aliviadas y menos ansiosas con las cosas que están sucediendo. Muchas veces lo único que se necesita es prestar atención y "estar presentes" para el otro, más que comenzar a describirles los por qués y los cómos.

2. Aprenda a callar

Y luego lo más difícil, cuando no hablar de más! Cuando llevamos un tiempo practicando el oficio de "ayudar" a los otros, ganamos habilidades y experiencias. Una de estas habilidades es detectar puntos claves y muchas veces vulnerables de la vida de los otros. Acabamos por tener información sobre lo que queremos y sobre lo que no queremos. Este proceso es el mismo, más o menos rápido, a través de la intuición o de la conversación directa. Pero qué debemos decir? Realmente debemos devolverle a las personas sus problemas completamente disecados, explicados hasta el más mínimo detalle? Qué soluciona esto? Qué beneficios le trae al otro? Estas son las preguntas que nos limitan lo que decimos de lo que no decimos.

Por otra parte, hay cosas que las personas no quieren saber, y esto es por un motivo: las personas no queremos sufrir. Cuando nosotros, como "especialistas" o como beneficiarios de la confianza que nos depositan al compartir los problemas y preocupaciones, detectamos estos puntos más sensibles de la vida de los otros y decidimos sacarlos a la luz nos volvemos inmediatamente responsables por las consecuencias de lo que esto puede traer. Pero más importante que esto: cómo ganar consciencia de esta responsabilidad?

Para muchas personas, es muy difícil contenerse cuando se produce el "insight" y descubren, dentro de la madeja de emociones y pensamientos, algunos elementos ocultos que el otro parece desconocer. Frente a la urgencia de comenzar a contar todo, de demostrar lo "mucho" que sabemos de los otros, que, incluso, sabemos más de los otros que ellos mismos; tenemos que aprender a parar. No es saludable, ni para ellos, ni para nuestra relación con ellos el comenzar a revelar cosas que no tienen por qué ser reveladas, cuando no son relevantes para el problema esencial. Controlar nuestro ego en estos momentos es una práctica que debe ser construida con el tiempo, es un excelente ejercicio de humildad. No todo lo que se sabe, se tiene que decir abiertamente. No todo lo que oculta está vinculado al vivencias y preocupaciones del presente. Entonces, para qué traer a la luz y desempolvar recuerdos que no son para nada productivos, que pueden hacer más daño que bien?

Dar consejos a los demás es una gran responsabilidad. Por eso no se apresure, enseguida, en decirle a los otros lo que deben o no hacer. Con eso sólo estamos subestimando la capacidad de crecimiento individual y nos estamos colocando como los maestros que no somos. En vez de esto, experimente oír y callar. Haciendo esto es capaz de ayudar a la otra persona de la forma más simple del mundo y quien sabe, puede que aprenda dos o tres cosas sobre el otro y sobre sí mismo.

2/25/2014

La confianza

La confianza es esencial para todas las relaciones humanas. Es parte de nuestras vidas y es la base no sólo de lo que decimos, sino de lo que hacemos. La confianza es una construcción, no es un resultado aislado, no es un elemento que simplemente aparece. Y cuando la confianza se rompe, se resquebraja por alguna razón, volver a construirla es sumamente complejo. Cuando no hay confianza, nuestra imagen está en juego y más: nuestra amistad, nuestra relación con el otro y con uno mismo.En el misticismo hay varios momentos en que se verifica la importancia de la confianza: la confianza en lo divino, la confianza con las personas, y la autoconfianza. Cada uno de estos elementos va a tener sus consecuencias para la forma de ver el mundo y de vivir sus creencias espirituales y religiosas.

La confianza en lo divino

Los procesos de confianza están asociados a la sensación de reciprocidad: tu me das y yo te doy. Puede que las cantidades o los valores o los pesos de lo que se da y lo que se recibe no sean proporcionales. Pero la percepción que tenemos de este intercambio debe dejarnos satisfechos del resultado final. En este sentido, resulta cuanto menos interesante la relación de reciprocidad que se establece con "entidades" de las que no tenemos una noción objetiva de su existencia. Sin embargo, para el místico y el religioso, el proceso de dar es natural: a través de los rituales y de las adoraciones se exalta a lo divino y, en este mismo sistema, se realiza la petición de lo deseado.

La oración (prayer) es una muestra de nuestro dar y recibir. Básicamente en la construcción de todas las oraciones a santos y dioses se incluye una introducción para revelar todas las cualidades maravillosas de la deidad, seguido por la solicitud de determinado evento, ya sea para beneficio personal o social. No es difícil encontrar también, como parte de la oración, un momento para hacer promesas. Un tipo de "penitencia" que nos colocamos en caso de que nuestro pedido sea escuchado.


En este momento, ya sea a través de rituales específicos como de adoraciones, estamos depositando nuestra confianza en lo divino. Estamos enviando un mensaje que esperamos que será bien recibido y atendido. Si no, para qué tanto esfuerzo, cierto? Y entonces, qué sucede cuando, a pesar de todas nuestras intenciones, los eventos no se desarrollan de la forma deseada? Si lo que se pide no se recibe? Pues se produce la ruptura de confianza.

Esto sucede porque el hombre esta desconociendo otro principio básico de las relaciones de confianza: el altruismo. En nuestras relaciones interpersonales también establecemos patrones de dar sin esperar nada a cambio. Pero ser altruistas puede que sea uno de los comportamientos mas complicados de asumir y de entender. Esperamos que los dioses nos oigan y obedezcan de la misma forma en que nosotros los oímos y los obedecemos. Sin embargo, la prueba de confianza superior que se nos coloca es cuando aprendemos que muchas veces no tenemos el control de las cosas y, como consecuencia, tenemos que vivir con la noción de que existen cosas que no sabemos.

"El enigma de Guillermo Tell", Salvador Dalí, 1931
La confianza en las personas

Este proceso de construcción de confianza para el místico muchas veces es la base de su trabajo. Las personas se acercan a solicitar de él cualquier cosa, todos los días: conocimiento, consejos, atención. Para que cada uno de estos elementos sea realmente efectivo, la persona se coloca libremente bajo la influencia del místico, ya sea un tarotista, ya sea un sacerdote, ya sea un padre de una iglesia. Las personas van a buscar a este tipo de practicante "espiritual" porque perciben que tienen un tipo de conexión con lo divino de forma más directa y esperan beneficiarse de este tipo de vínculo o simplemente esperan encontrar en el esotérico y/o el religioso un tipo de reconocimiento a sus propias cualidades y conocimientos. Cualquiera que sea la razón, estos aspectos son totalmente válidos para comenzar una relación entre ambos.

Al mismo tiempo, el místico también está sujeto a un proceso de construcción de confianza. La persona nueva que llega, viene haciendo sus demandas que, frecuentemente, se encuentran centradas en sus propias necesidades. Pero cada intercambio de información, de conocimiento o de experiencias; implica un aumento de la responsabilidad del místico por las consecuencias que sus acciones pueden tener para la vida del otro. Por eso, solo a través de la confianza en el "demandante" es que se produce la entrega al proceso que se va a desarrollar. La responsabilidad entonces de construir y mantener la confianza es mutua. Ambas partes de colocan en posición de vulnerabilidad frente al otro.Cuando una de las dos partes siente que no se está cumpliendo con lo concordado, entonces se quiebra la confianza, con consecuencias no sólo para la relación, sino para la propia imagen y la reputación de los participantes.

La confianza en sí mismo

Quizás uno de los grandes problemas del mago, del místico, sea la autoconfianza. Este elemento es crucial no sólo para su proyección social, sino para su proyección ritualista. Un místico, una persona que no confía en sí mismo no es capaz entonces de poder ayudar a los demás de la forma en la que los otros lo necesitan.

Es curioso, porque constantemente me encuentro con personas que dicen que "dudan" de ellos mismos y, sin embargo, se lanzan a dar consejos a los demás. Es poco probable que alguien que realmente no cree en lo que está diciendo, o que no cree que los demás se pueden beneficiar de lo que está diciendo, se haga responsable por los actos que los otros realizan cuando le escuchan y responden a sus sugerencias. No confundamos, por un momento, el hecho de que no tengamos control de los actos (humanos y divinos) con el hecho de que no tengamos confianza en nosotros o en nuestras capacidades. Podemos estar engañados al creer que estamos ayudando y que las consecuencias sean opuestas a lo que pretendíamos con nuestras intervención. Esto es una cosa bien diferente a no haber actuado convencidos de que nuestras intenciones eran las mejores.

Cada vez que nos ponemos en la posición de ejercer una influencia sobre los otros, cualquiera que sea este otro, lo hacemos con confianza. Si no lo hacemos de este modo, entonces nuestra influencia va a ser nula. Nuestros intentos, fallidos. Influir es comandar. Es guiar. Es afirmar. Sólo aquel que confía en sí mismo puede intervenir en los destinos. Puede controlar su vida y la vida de los que lo rodean.

1/27/2014

Una opinión personal y experiencial de la visión del mundo



Muchas es veces es complicado hablar sobre el misticismo sin perder la óptica de la formación. Me encuentro constantemente hablando con personas que me narran sus experiencias místicas y casi que siento a mi cerebro funcionar en paralelo, escrutando lo que existe más allá de las palabras. Es un mal de profesión. Todos los psicólogos fuimos formados para cuestionarnos todas y cada una de las cosas que nos cuentan las personas. Es muy difícil en los primeros años de estudio de la carrera, conseguir distanciarnos de lo que somos como personas y de lo que hemos incorporado a partir de todas las conferencias en las que participamos y los libros que devoramos. El discurso del profesor (ya sea el libro o el adulto) es siempre el mismo: la esencia de la psicología es la mente humana, y ella condiciona nuestra realidad a partir de las percepciones que nos llegan por nuestros sentidos. Por tanto, partimos del principio de que la realidad no existe, lo que existe es nuestra percepción de la realidad. 

Carta de la Mente
Tarot Osho Zen
Cuando esto queda establecido, entonces ya no hay vuelta atrás: somos víctimas de nuestras percepciones y raramente sujetos activos de las mismas. No somos lo que somos, sino que somos lo que aprendimos, lo que nos enseñaron, lo que vivimos; pues todo esto condiciona no sólo nuestro comportamiento, sino también nuestras emociones y sentimientos. Por este sentido, no nos enamoramos porque sí, no nos gustan determinados autores o actores porque sí, no escogemos esta o aquella profesión porque sí, no somos adictos porque sí. Todo va a tener una lógica. Todo va a tener una razón de ser. Hacemos lo que hacemos porque estamos condicionados para ello: condicionados por lo que aprendemos, condicionados por nuestro subconsciente, condicionados por nuestras necesidades. Desde la psicología, el hombre nunca va a ser “libre”. 

Y está bien. Está bien reconocer que permanecemos atados a un vínculo emocional con nuestro pasado, con nuestro presente y con nuestro futuro. Está bien que sepamos que somos el resultado de todo lo que nos formaron y nos deformaron. Está bien que ahora hagamos todo lo posible por crearnos un mejor estilo de vida o por luchar contra el mercantilismo. Que cada cual utilice el sayo que mejor le sirva. Cuando realmente somos libres es cuando sabemos que no lo somos. Es en nuestra capacidad para “trabajar con lo que tenemos”, que radica la expresión de nuestro potencial. Ahí es cuando rompemos las ataduras del condicionamiento. Es verdad que hacemos lo que hacemos por un motivo – siempre va a existir una razón para todo – pero somos libres de escoger cómo y cuándo y con quién expresar ese motivo. El conocimiento de nuestros límites nos libera de la prisión del desconocimiento y del “dejar estar”, “dejar ser”, “dejar que la vida te pase por delante” sin tomarla por las riendas.


Por esta razón, cuando me hablan sobre las experiencias místicas, constantemente busco qué es lo que hay por detrás de cada una de las historias y qué motivos están llevando a la persona a contarme específicamente el evento que me está contando. El otro no lo sabe, pero secretamente voy trazando vías alternativas al relato, no sólo para comprender la historia, sino para comprender al que la cuenta. Comprender y conocer, para poder explicar. De este modo, se activa la psicóloga en mí.

¿Y cuando no es suficiente con lo que la persona dice? ¿Qué hacen los psicólogos cuando la información que nos dan nos llega por pedazos, en momentos diferentes, por vías diferentes, por estados diferentes? Llenamos los espacios en blanco en un proceso gestáltico maravilloso que muchos llaman de intuición y otros de experiencia previa. Para mi es el momento en que se activa la mística. Es el momento en que comprendo no sólo lo que la persona me cuenta porque me coloco en su posición en un constante proceso de empatía y rapport, sino que consigo comprender lo que me cuenta porque puedo relacionarlo con mi propia experiencia y con la experiencia de las personas con las que he tenido el placer y el honor de experimentar el aspecto mágico de la realidad. 

Sí, sé que corro el riesgo de ser diagnosticada por otros colegas, que en un ejercicio de psicología me leerán y buscarán toda la información relevante de lo que cuento, para comprender (de forma instintivo-intuitiva) qué es lo que me ha traído a aceptar la realidad mística como una realidad tan “real” como la que vemos todos los días y que nos hace sentirnos totalmente cómodos porque la conocemos. ¿Verdaderamente la conocemos? 

La realidad mística es tan real como el mundo que nos rodea. La diferencia está en aceptar el mundo de las vivencias místicas y aprender. Aprender que todo debe ser cuestionado, así como nos cuestionamos cada una de las acciones que realizamos. Como nos cuestionamos cualquier evento de la vida. Aprender que sólo a través de la duda es que crecemos y somos capaces de incorporar cosas nuevas. La diferencia está en que yo he escogido reconocer que el misticismo y todo lo que lo rodea forma parte de mi concepción del mundo y de mi filosofía de vida y eso lo hace tan real como el mar, los árboles, las máquinas, el viento, el universo.

1/22/2014

El símbolo, la psicología y el misticismo


(Fragmento del artículo publicado en Anima Mystica Revista Digital Vol 1 No 1)

Resulta interesante, desde el ámbito del misticismo, cómo aspectos de la psicología pueden ser aplicados en la comprensión de determinados fenómenos, al mismo tiempo que para el psicólogo conocedor del mundo esotérico parece increíblemente familiar el punto de vista de algunos místicos dedicados a desentrañar los conceptos filosóficos y las vivencias internas de las personas. Es fácil identificar en la psicología las fuentes de la filosofía que resultan comunes al pensamiento místico antiguo, lo que lleva a pensar en qué sentido psicología y misticismo confluyen, y en qué momento una se separa de la otra. 

En su libro Ana Karénina, León Tolstoi narra: “Levine observava com frequência nas discussões entre pessoas inteligentes que, depois grandes esforços, de muitas subtilezas lógicas e de abundantes palavras, os contendores chegavam a conclusão que procuravam demonstrar qualquer coisa que desde o princípio sabiam, mas que não queriam reconhecer para não serem vencidos e que o motivo da discussão resultava de terem gostos diferentes. Amiúde, no meio da discussão, um dos polemistas compreendia o pensamento do outro, e aceitava-o; então todos os argumentos caíam por terra como algo inútil. Outras vezes sucedia o contrário: um dizia do que gostava e inventava argumentos para defendê-lo. Se o fizesse bem e com sinceridade o adversário rendia-se-lhe, abandonando a discussão.” (Tolstoi, 1965) p. 411 

De esta forma se refleja uno de los grandes problemas con que el hombre cotidiano se enfrenta, y que resulta el punto en común que permite la diferenciación entre psicología y misticismo: la comunicación. En este sentido, para la psicología, el proceso de comunicación comprende el intercambio de señales y códigos que entre dos o más entes, cuya efectividad radica en la forma en que estas señales y códigos son compartidos y comprendidos. De este modo, el que emite el código sólo sabe que su mensaje ha llegado cuando recibe el feedback por parte de aquel al que iba destinado. 

En el misticismo, el proceso de comunicación ocurre de forma semejante, la diferencia está en que el emisor del mensaje no es un ser tangible, sino que se reconoce a la fuente del mensaje como un elemento fuera del plano físico en el que nos encontramos. Sin pretender adentrarnos en tecnicismos psicológicos, vamos a asumir por el resto del presente trabajo que efectivamente existe un elemento divino, que no puede ser comprendido ni totalmente percibido por el hombre, pero que forma parte de su vida espiritual. 

Entonces, también podemos establecer una analogía entre la comunicación que se establece entre lo divino y el hombre, donde también podemos identificar un sistemas de códigos que es transmitido, y que debe ser comprendido para garantizar la comprensión del mensaje. En este sentido: así como las personas se comunican unas con las otras, en un proceso de codificaciones y decodificaciones, así los dioses y lo divino se comunica con el hombre, a través de un sistema de símbolos y de signos.

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