Si existe un elemento que, sin dudas, relacionan al psicólogo con el místico y el religioso, es la frecuencia con que las personas se acercan a pedir ayuda. La diferencia está en que el psicólogo está preparado para ayudar a las personas a encontrar la solución a sus problemas y no darles las recetas de antemano. El místico, el religioso, por su parte, tiene de alguna manera la capacidad para identificar la esencia del problema de las personas que se acercan. Esta capacidad muchas veces viene por la intuición y otras muchas veces más viene directamente de la persona que, durante el proceso de construcción de confianza, da información más que suficiente de forma directa e indirecta. Escapar entonces de la tentación de demostrar todo lo que somos capaces de saber del otro requiere de más esfuerzo que el utilizado para obtener toda esta información. Aquí es donde el místico y el religioso deberían aplicar herramientas que son casi exclusivas del psicólogo.
Es por esta razón que, evitando caer en soluciones predefinidas, voy a intentar dar algunos consejos para hacer mas consciente y responsable el ejercicio de ayudar a las personas. Estos consejos se resumen en dos elementos: aprenda a escuchar y aprenda a callar. No menciono "aprenda a hablar", porque muchas veces lo que no podemos controlar es cuánto decimos. No creo que hablar sea un problema, ni para el psicólogo, ni para el místico, ni para el religioso.
1. Aprenda a escuchar
Parece simple porque, claro, en el proceso de obtener información debemos ser capaces de escuchar. No obstante, de todas las cosas que una persona dice, es importante identificar qué es lo que realmente la persona desea. Como le digo a mis alumnos: el problema que nos está narrando la persona que nos pide ayuda NUNCA es el problema real.
A veces pasamos tanto tiempo dentro de la situación que estamos viviendo, colocando tantos pensamientos y formas de ver las cosas, y justificaciones de por qué debemos continuar con el problema, que acabamos por desviarnos y darle importancia a otros asuntos que nos alejan de la situación en sí. Los padres que nos cuentan sobre los hijos hiperactivos pueden estar evitando hablar de sus problemas como pareja. La mujer que nos habla sobre cómo es tan exigente que no consigue comenzar ninguna nueva relación, en el fondo puede estar negando el miedo al fracaso y la frustración que acarrean las rupturas de las relaciones, o el miedo a la vulnerabilidad de la intimidad. Cada persona es un mundo, pero una cosa es cierta: nadie habla, en el primer momento, sobre lo que realmente está sucediendo en su vida, sino sobre su perspectiva sobre lo que está sucediendo en su vida.
A esto, hay que agregar las expectativas que las personas se hacen sobre el que los va a escuchar. Ya sea cuando estamos frente a la presencia de un psicólogo o un religioso, no interesa, las personas muchas veces piensan que no necesitan entrar en detalles de nada, porque de alguna forma el otro les va a "leer la mente". Es frecuente encontrarnos con personas que nos ponen a prueba nuestras habilidades para identificar el problema real. Pero los rodeos por lo que nos hacen pasar son una pérdida de tiempo para todos.
Escuchar nos permite identificar la esencia del problema. Escuche preguntándose internamente: esto es todo lo que está pasando? Qué puede estar faltando? El proceso de escucha tiene que ser activa. Utilícelo como un ejercicio diario no sólo como forma de obtener información, sino como un momento de análisis y reflexión. Discrimine aquello que es relevante de lo que no es, y asegúrese de que lo que determina la relevancia sea encontrar vías para ayudar a la persona, teniendo en cuenta que la ayuda muchas veces no es solucionar el problema en sí, sino ayudar a convivir con el problema. Cómo va a saber cómo actuar si no sabe qué es lo que la persona desea?
Consulting the oracle, Waterhouse, 1884 |
Sin contar con que el hablar es terapéutico en sí. No es con poca frecuencia que se va a encontrar con el hecho de que no necesita dar su opinión para que las personas se sientan aliviadas y menos ansiosas con las cosas que están sucediendo. Muchas veces lo único que se necesita es prestar atención y "estar presentes" para el otro, más que comenzar a describirles los por qués y los cómos.
2. Aprenda a callar
Y luego lo más difícil, cuando no hablar de más! Cuando llevamos un tiempo practicando el oficio de "ayudar" a los otros, ganamos habilidades y experiencias. Una de estas habilidades es detectar puntos claves y muchas veces vulnerables de la vida de los otros. Acabamos por tener información sobre lo que queremos y sobre lo que no queremos. Este proceso es el mismo, más o menos rápido, a través de la intuición o de la conversación directa. Pero qué debemos decir? Realmente debemos devolverle a las personas sus problemas completamente disecados, explicados hasta el más mínimo detalle? Qué soluciona esto? Qué beneficios le trae al otro? Estas son las preguntas que nos limitan lo que decimos de lo que no decimos.
Por otra parte, hay cosas que las personas no quieren saber, y esto es por un motivo: las personas no queremos sufrir. Cuando nosotros, como "especialistas" o como beneficiarios de la confianza que nos depositan al compartir los problemas y preocupaciones, detectamos estos puntos más sensibles de la vida de los otros y decidimos sacarlos a la luz nos volvemos inmediatamente responsables por las consecuencias de lo que esto puede traer. Pero más importante que esto: cómo ganar consciencia de esta responsabilidad?
Para muchas personas, es muy difícil contenerse cuando se produce el "insight" y descubren, dentro de la madeja de emociones y pensamientos, algunos elementos ocultos que el otro parece desconocer. Frente a la urgencia de comenzar a contar todo, de demostrar lo "mucho" que sabemos de los otros, que, incluso, sabemos más de los otros que ellos mismos; tenemos que aprender a parar. No es saludable, ni para ellos, ni para nuestra relación con ellos el comenzar a revelar cosas que no tienen por qué ser reveladas, cuando no son relevantes para el problema esencial. Controlar nuestro ego en estos momentos es una práctica que debe ser construida con el tiempo, es un excelente ejercicio de humildad. No todo lo que se sabe, se tiene que decir abiertamente. No todo lo que oculta está vinculado al vivencias y preocupaciones del presente. Entonces, para qué traer a la luz y desempolvar recuerdos que no son para nada productivos, que pueden hacer más daño que bien?
Dar consejos a los demás es una gran responsabilidad. Por eso no se apresure, enseguida, en decirle a los otros lo que deben o no hacer. Con eso sólo estamos subestimando la capacidad de crecimiento individual y nos estamos colocando como los maestros que no somos. En vez de esto, experimente oír y callar. Haciendo esto es capaz de ayudar a la otra persona de la forma más simple del mundo y quien sabe, puede que aprenda dos o tres cosas sobre el otro y sobre sí mismo.